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Camila Alegria

La línea. Como gesto y como resultado visual. Primero desde el plano de Kandinsky y la teoría, luego en el espacio tridimensional, arquitectónico. La línea marca mi paso por un territorio ya recorrido. Si trazo una línea me familiarizo con una superficie, con una dimensión, una dirección y una longitud. Es como los puntos que unimos con el lápiz para llegar a una figura reconocible. Es un primer acercamiento a conocer y entender el espacio que me circunda, el espacio por el que transito y en el que permanezco. Es un acercamiento a “reconocer”  algo con el gesto más mínimo. Trazar una línea es marcar territorio, es clasificar y dividir, pero también es desafiar e invitar a un otro a cruzar.

La línea, a la vez como límite y como señuelo, llama la atención y llama a la tensión. Una línea suspendida ocupa mucho más espacio que su largo y su grosor. Ocupa un campo. Ocupa hasta tiempo. Me parece transversal en el tiempo la vuelta a las estructuras básicas, y más que la línea, es éste el gesto que suelo repetir.



 

Camila Alegría (1986) es artista y ayudante en artes visuales. Licenciada de la Universidad Finis Terrae. Participo en un intercambio a MICA (Maryland Institute College of Art). Ha expuesto de forma colectiva en espacios como Galería Animal, MAC, Galería Dual (Valparaíso) y varios espacios públicos. De forma individual ha expuesto en Galería Piso Dos y Centro cultural Balmaceda 1215, Concepción. Desarrolla su trabajo a partir de variadas disciplinas como la pintura, la performance, la instalación y el video.

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